Aprendió a pintar gracias a Franco, que lo perseguía por periodista contestador y tuvo que huir a la Francia de los artistas. Se reunía con Giacometti o con Duchamp para insistir en que el ARTE era mucho más que el arte.
El primer impacto europeo de su pintura llegó con la obra política que dejamos más arriba para contemplar con calma dolorida: Los cuatro dictadores, que presentó en la III Bienal de París (1963) y por la que la diplomacia española de la Dictadura protestó. Una muestra clara de que la razón la tenía Eduardo Arroyo y no sus detractores absurdos. No les debió parecer bien que se mostraran las tripas de los dictadores.