“…dicen las murmuradoras, que con la hija de Patxi te han visto pasear…”
El cine como único consuelo para la ruina, padre que había pagado hasta la fuente de agua potable y el frontón de su pueblo cuando volvió de América
Levantando el embargo mientras mi hermano se emborrachaba día sí y el siguiente también, empalmando partidas de mus con tardes de pacharán y vino amargo de frustración
Yo tomaba doce cafés abstemios y de achicoria, liaba muchos cigarros de picadura y fumaba si se podía algunas farias cuando había, al volver de plantar los manzanos para los jesuitas
Ni pensar en casarse hasta levantar el embargo, ni soñar con jornal fijo hasta Papelera que hizo que el dinero empezara a correr
Ni soñar tampoco en ver nada más que la rodilla de ellas, viviendo como animales… Flaco con el infarto creciendo dentro, era el menos rápido cuando madre sacaba la tortilla de tres huevos sin colesterol y cebolla para siete hermanos…
Madre, que habló con el maestro porque yo calculaba demasiado rápido, lo que no me sirvió para apartarme como mi hermano, y le dijo que no podía estudiar más allá, que padre estaba en cama por fiebres maltas y ya no podía ser una boca sino dos manos más
Devuelto del seminario, donde a la tercera noche me echaron por manchar el jergón soñando con ella…
Ése es el cine de Montxo Arméndariz, eso evoca para mí y tantos… y tuve la oportunidad de decírselo en mis errantes nochebuenas en la Pamplona de los 80. En que iba obligado y dejaba a mi familia sola, sola de mi insoportabilidad, y me metía horadando la niebla en los cines Golem de San Juan. Siempre me ha gustado el Planetario-Plaza-Jardín dedicada a Yamaguchi, donde arribó mi antepasado Francisco de Javier (o Jaso y mi Azpilicueta) y podía prolongar así mi batalla contra el tedio y la incomprensión de lector que provocaba, menos en mi padre.
Viendo alguna película modo cines Renoir, ambos dejábamos que nuestras familias nos preparaban la cena viendo cine en la helada tarde de Pamplona. Coincidimos más de un año y luego tomábamos un tinto antes de volver a casa. Allí conocí a su amigo y actor fetiche José Mari Asín, que bordó tres monólogos de Fo en el Teatro del Mercado de Zaragoza. Demostrando que el teatro no tenía por qué ser un pastiche postmoderno de escenarios colosales y vatios Royal de Luxe, caiga quien caiga. Forma de divertir que se ha definitivamente impuesto, aturdiendo a los niños para inmovilizarlos.
Nos vimos antes de su preciso retrato e inmortalización de la bella Ochagavía en “Secretos del Corazón”, lugar profundamente conocido por mi padre que allí rancaba patatas. Que se desarrolla en el mismo momento, la España del frío y del hambre de los 40, que irónicamente nos afectó incluso a las familias carlistas que veían a Franco como instrumento.
Pero fue “Tasio” la que me volvió del revés, mi familia por ambas partes habían tenido que ser como tantas en los montes de Huesca y Navarra carboneros. Fabricantes de carbón vegetal.
El protagonista Patxi Bisquert se entretenía jugando a pelota, viviendo un mundo de hombres animalicos. Jóvenes escasos pues la guerra mermó las quintas y que difícilmente podían acercarse a las crías de sus pueblos. Mujeres, por otra parte, cuya sexualidad se reducía por reírse de forma tímida y nerviosa ante cualquier roce o pellizco Pero no exentas muchas de ellas de una sensualidad con la que se nace.
Todos ellos precipitados a matrimonios de conveniencia porque la casa lo exigía, con desconocidos con los que no se convivía y algunas veces incluso homosexuales si se hubiera podido… Pero no… Preguntando ellas a las hermanas o a las vecinas si…
Ellas… al servicio de suegras autoritarias y beatonas –más en el caso de Navarra-, antes fregando de rodillas, cuando murmurar era pecar, sometidas al bombardeo de napalm en forma de rosarios del Movimiento a donde sistemáticamente los que se saltaban en Madrid las normas con Ava Gardner, nos quieren hacer volver a los demás.
Esa habanera triste resume la película. Empezar a festejar bailando los domingos de músicos de tu pueblo, en las fiestas rígidos y distanciados, no moviendo la cadera sensual como podía hacer el mulato Mola que levantó Pamplona…
Todo eso y mucho más que está en la memoria afectiva de varias generaciones puso Arméndariz el navarro en celuloide. Homónimo del fascinante Pedro Armendáriz Hastings, actor de Buñuel en la magnífica “El Bruto”.
07.09 Luis Iribarren.