En esa empresa del edificio enorme no me atreví a entrar. No me parecía segura, estaba como partida por la mitad, rota, como un calvario de estructuras de nada, de todo, de brillos cremallera que asustaban un poco.
Un espacio que producía un compungimiento de corazón ante un derribo inminente. Luego me enteré que era la luz, que en realidad me estaba engañando yo solo. Como sucede a veces en el amor.