Creo que los monstruos y dragones nos gustan a todos. Si son de mentira como este. Los monstruos sirven para los cuentos, para decorar, para hacer a la plancha o al pil pil e incluso para meternos miedo. Hablo a los adultos, pues a los niños los monstruos ya solo les producen cariño.
Incluso aunque tenga la boca abierta, un monstruo o un dragón de cola ancha siempre esconde dentro un cariño mal canalizado, un problema personal mal resuelto. Un monstruo de cartón piedra o de escayola, es un elemento a tener en cuenta, porque por algún motivo lo hemos creado y puesto para acompañar una pared.
Pero los peores dragones de todos son los que se convierten en monstruos partiendo de personas normales. Esos que a simple vista no parecen monstruos. Los que fueron niños y sin que nadie se diera cuenta se fueron convirtiendo en dragones come mierdas elegantes.