Son amarillos oxidados. No simples tostados puestos al sol, sino amarillos que se caen, podridos por dentro.
Siguen amenazando a quien pasa, esa puerta, toda ella, pintada de amarillo Kodak debía ser un encanto osado. Pero la realidad otra vez más se ha vuelto a imponer. Una puerta vieja tiene que parecer una puerta vieja.