La Semana Santa de Zaragoza es sin duda de las representaciones religiosas mejores de toda España y por ello del mundo. Esa mezcla de fervor, elegancia, musicalidad muy encajada en pocos instrumentos, una teatralidad clara en favor de la religión, una ocupación casi militar de espacios con empleo de elementos tan diversos como las esculturas, el arte textil, las flores, la jerarquía rigurosa, incluso esa parte algo escondida —que no se relata nunca y que tampoco voy a nombrar aquí— de relaciones entre personas y de ayuda, pero también de fiesta interna y de dolor incluso.
Los pasos, pero también todo el arte textil que acompaña a la historia de la Semana Santa, son elementos claramente artísticos, a los que acompañan el trabajo de miles de personas que forman parte de todo el conjunto de representación teatral fervorosa.