Este libro me lo regaló el ilustrador Isidro Ferrer. Él no lo sabe ni lo sabrá nunca. Creo. Pero me hizo el regalo del mes, como poco. Por el libro, por venir de quien venía y por sus descartes y bocetos dentro del libro, que cayeron en manos de un pequeño artista que sabrá cuidarlos y depositarlos en su pequeño museo de obras amigas.
El propio Isidro Ferrer me decía en su dedicatoria que a él este libro —El libro de los abrazos— le había abierto los ojos, que tras su lectura ya no se ha vuelto a mirar de la misma forma. Que incluso Eduardo Galeano era ahora una más de su familia, algo nada complicado, pues entra cons sus poemas relatos tan dentro, que es complicado soltártelo de encima.
Por Eduardo Galeano y por su Uruguay. Por Isidro Ferrer y su Aragón. Por su taller antiguo de la calle Zurita, Estudio Camaleón (qué bonito nombre) al que acudí muchas veces y en el que nunca lo encontraba. Hablaba con sus socios, pero nunca con Isidro. Así que siempre sospeché que el importante allí tenía que ser por narices Isidro.