Pero con estas ideas en realidad lo que estábamos realizando era acabar con la pintura. ¿Qué se puede quitar o modificar o transformar, cuando ya solo has dejado un elemento?
La luz pasaba a ser un cuadro en blanco y la sombra o la nocturnidad un cuadro en negro. Llegados a este punto, o se vuelve atrás y se retoman otras caligrafías artísticas, o es imposible seguir avanzando y modificando. Creando escuelas nuevas.
De todo esto nace el posmodernismo. O el Arte Posmoderno.
Ya ha desaparecido la pintura anclada en un cuadro, en un soporte rectangular. Desaparece también el concepto de mercado artístico pues las creaciones suelen ser efímeras y no están realizadas para durar en el tiempo. Se construyen performance, representaciones artísticas que invaden los espacios saliendo de las paredes, se emplea más todavía un lenguaje libre y crítico, consumista por el momento actual pero a la vez sarcástico con el sistema, todo parece relativo e incluso a veces irrespetuoso.
Surgen figuras como Ai Weiwei, Honore Fragonard o como Damien Hirst. Arte que ya no es solo inentendible para la sociedad, sino que incluso al no entenderse en nada, produce rechazo. Pero no todo es igual de provocativo, o al menos, no todo se mueve en la misma dirección artística.
Muerta la pintura ¿qué queda? ¿Sólo el formol y los cadáveres? ¿la provocación por la provocación?
Cuando el artista chino Ai Weiwei presentó en la Tate de Londres su montaje "Sunflower Seeds" en la Sala de Turbinas, llenando una sala de un millón de semillas de girasol hechas en cerámica y pintadas para convertirlas en pipas casi reales, además de provocar con la presentación de su obra que se podía pisar, nos estaba diciendo muchas más cosas. Había empleado a personas casi como esclavos para realizar ese increíble número de pequeñas cerámicas a muy poco coste. La crítica era precisamente esa, la globalización y el esclavismo de unas personas que trabajaban para malvivir.
Pero si vemos su obra desde una cierta distancia (como en la imagen) vemos que el suelo de la gran sala es un lienzo. Y que los espectadores son las pinceladas de la obra. Somos nosotros, moviéndonos, los que vamos creando miles y miles de cuadros diferentes, como pequeñas manchas de color sobre un lienzo igual.
Este verano en el MoMA de New York el artista cubano Félix González-Torres nos mostró un trabajo parecido. En un rectángulo perfecto y sobre el suelo de la sala de unos 30 metros cuadrados, había metido miles de caramelos todos iguales. E invitaba al espectador a coger parte de la obra, a llevarse la obra a su casa. Un caramelo era una parte de la obra del artista. Yo tengo su obra en mi mesa de despacho. Y no pienso comérmela.
Sus trabajos empleando elementos pequeños que forman espacios propios y formas con piezas muy comunes son también una constante en su obra.
¿Quiere decir que efectivamente la pintura ha muerto? Pues posiblemente no, pero los artistas rompedores del momento actual no son pintores. La pintura les resta libertad de creación. ¿Qué vendrá después? Pues nadie lo sabe, depende, todo evoluciona y el Arte sin duda más y por delante. DEpende de la sociedad que vayamos creando.
¿Quiere decir que efectivamente la pintura ha muerto? Pues posiblemente no, pero los artistas rompedores del momento actual no son pintores. La pintura les resta libertad de creación. ¿Qué vendrá después? Pues nadie lo sabe, depende, todo evoluciona y el Arte sin duda más y por delante. DEpende de la sociedad que vayamos creando.