Vamos a recordar por un momento los trabajos de los genios de la pintura, de la música, de la escultura, de la literatura, del teatro o el cine. Han creado obras que luego contemplan otras personas y disfrutan con ellas, riendo o llorando, transformando por unos instantes o minutos sus vidas, ante la contemplación de lo que otros han creado para nosotros.
Sé que te crees incapaz de crear algo. Perdona, pero eso mismo debió pensar Mozart de niño cuando comenzaba o incluso Goya cuando pintaba sus primeros cuadros o ese amigo que ahora pinta unos cuadros sencillos pero que tienen “algo” que encandilas, o lo ha pensado siempre el poeta que por fin y tras muchos pasos ha visto parte de su obra publicada.
El Quijote se empezó a escribir en la cárcel y muchos escritores que no han logrado publicar al menos sus obras las leerán sus nietos y bisnietos cuando ya no estén entre ellos. Pero si no logras publicar, no sucede nada grave. Habrás disfrutado escribiendo, pintado, dibujado o modelando trabajos. Habrás cobrado en relajación, en disfrute personal, en demostrarte que eres capaz.
Crear es muy fácil. Crear una obra genial no lo es, pero tampoco se trata de eso ¿no?.
Crear algo de la nada es muy sencillo. Eso si, requiere sobre todo algo fundamental. Querer crear, desear hacer algo y proponérselo.
Crear es trasmitir felicidad o conocimientos, es lograr que algunas personas vean lo que hemos dejado tras nuestro paso por este mundo. No se trata de que te admiren miles de personas, simplemente se trata de que te admiren muy pocas personas pero importantes para ti.
Que se queden mirando tu obras unos instantes y piensen algo, ya es importante. Incluso las críticas desaforadas deben ser importantes para tí. Crear es motivar sensaciones. No tienen por qué ser siempre positivas.