“Si no tienes la suficiente técnica como para dibujar a un hombre saltando por una ventana, en el tiempo que le lleva a precipitarse desde un cuarto piso hasta que choca en el suelo…, nunca será capaz de generar obras pictóricas importantes”.
Eugène Delacroix, pintor francés del siglo XIX
Dibujar es sobre todo para muchos de nosotros, una excelente forma de relajación, pues con cualquier herramienta sencilla y con pocos elementos, puedes practicar y gozar de sus beneficios en cualquier lugar. Ensimismado, puedes entregarte a ver como tu papel vacío se va llenando de “tus cosas” como quien escribe, pero haciéndolo sin orden. En el dibujo no hay ese orden natural que tiene la escritura, de izquierda a derecha (en occidente) y de arriba abajo. En el dibujo puedes empezar en cualquier esquina y volver a otro lugar del lienzo, o romperlo, o rescatar uno viejo y añadir sombras, o borrar, o volver a la esquina del principio y retocar.
Incluso en el dibujo puedes emplear varios idiomas e ir cambiando entre ellos dentro de la misma hoja, y se sigue entendiendo todo como parte de ese “todo”. Puedes empezar con lápiz blando, continuar con lápiz duro o bolígrafo, para terminar dando color con acuarelas o con acrílicos muy lavados, o añadir color contundente, o unos toques de rotulador o de sanguina.
Como el dibujo tiene muy variadas técnicas, no sirve que me digas que no sabes dibujar. Si acaso te admitiré que me digas que has practicado poco o que no has encontrado todavía tu herramienta perfecta. Se puede dibujar lentamente o de forma muy rápida y en eso tiene mucho que decir la herramienta o el sistema del dibujo. Se puede dibujar de forma contundente o ir añadiendo poco a poco líneas y líneas sobre el mismo elemento hasta lograr lo que pretendes, y así disimular las equivocaciones.
¿Y quien dijo que no nos podemos ayudar de la fotografía para saber colocar bien los detalles, las proporciones, las formas reconocibles por la miradas crítica de los espectadores?