30.1.18

El bebedor de Absenta, de Manet

La obra “El bebedor de Absenta” de Edouard Manet representa una de las obras clave de la pintura moderna, del inicio del impresionismo, pintada en el año 1859 al óleo para el Salón de París de ese año.

París en aquellos años era la meca del arte y el jurado claro y contundente de lo que se entendía como academicismo y por ello en arte válido, o lo que se desecha por no representar la calidad que los oficialistas entendían como correcto. De aquellas rigideces surge el impresionismo como repulsa y rebelión al arte encorsetado, empujado por jóvenes pintores que no admitían el arte “viejo” y menos que se les coartaran las libertades de sobre qué pintar.

El bebedor de absenta no pasó el corte, fue rechazado y no tanto por su estilo de pintura como por retratar a una parte de la sociedad que para aquellos académicos de arte, no merecía ser representada en las obras de calidad.

Es un clásico bebedor que tiene el rostro algo desdibujado, lo que todavía enardece más a los críticos de entonces. Le queda el contenido de la copa, pues la botella está vacía, pero la obra juega muy bien tanto con los claroscuros como con las profun didades de campo al poner diversos objetos en distintos planos, obteniendo con ello un efecto de relieve.

Manet intente representar a los bajos fondos de París, con una figura oscura y algo triste, dura en la mirada, pero sobre todo sin detalles, con manchas de color y de sombras, con una marcada luz que viniendo de un lado alumbraba al personaje y a su botella en el suelo. Y lo pinta con capa y sombrero alto de copa, como a los grandes hombres de la sociedad parisina. Y lo hace además de cuerpo entero y a tamaño natural, algo que parecía destinado solo a los grandes personajes. Pero era un simple borracho para los cerrados artistas que juzgaban las obras de otros. 

El bebedor de absenta permanece, y posiblemente muchas de las obras de aquellos juzgadores, se hayan perdido para siempre.