E incluso le escuchamos.
Nos revisa y no pasa orden.
Le observamos y nos lo podemos llegar a creer.
El soldado emplea diez minutos en pasarnos revista.
Todo bien.
¡Descansen!
El soldado se calla y nosotros escribimos.
Seguimos sin entender nada.
Y nos creemos libres pues no tenemos que hacerle caso a nadie.
Tampoco a los que lo necesitan como consuelo.
Solo nos hacemos caso a nosotros mismos.
Algunos agoreros le llaman a eso que hacemos…, puro egoísmo.