Nunca sabemos donde nos vamos a encontrar, colgando, el lugar de nuestra atención. Nos sucede paseando, pero también en las decisiones vitales que se nos acercan y muchas veces no miramos.
Hay que estar atentos, pues el lugar de la preciosidad no se muestra siempre con facilidad. Y hay que cogerlo al vuelo. Siempre. O nos lo quitarán.
O somos capaces de ver mejor y más rápidos que los que nos rodean, o ellos se apoderarán antes que nosotros de esas oportunidades que a veces llamamos suerte.