A Antonio López como artista se le puede venerar o puede no gustarnos. Eso es el ARTE. A mi me parece un artista genial y lleno de humanismo. Pero cada uno tiene sus colores preferidos. Os dejo una entrevista que han publicado en la Vanguardia.
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Ni Baltasar, ni Gaspar, ni Melchor...
Pese a nacer el día de Reyes me llamaron como mi abuelo, y me alegro porque lo quería muchísimo. Su amor hacia mí era incondicional, claro y sin fisuras. Todavía sueño con él.
¿Y qué sueña?
Que me cuida, es más que un sueño, es una sensación. Y luego está mi tío Antonio, el pintor que me inició en su oficio a los 13 años. Mi padre era agricultor y no quería que yo viviera su vida, pero yo prefería el campo a una oficina.
¿Cree usted en el destino?
Sí, y me ha tratado muy bien. Lo único que me ha dejado mal recuerdo es la aspereza, la violencia de los adultos que a veces se desahoga con los niños, pero también hubo mucho amor. Y la pintura me lo ha dado todo, no he necesitado más, ni más amores, ni más viajes...
No creo en el arrepentimiento. Yo trato de hacerlo todo muy bien y he tenido instinto para eso, pero no bajo a las profundidades.
¿Qué le ha sorprendido de la vida?
Nada. Me asombra lo poco que me sorprenden las cosas que a la gente le sorprenden. Hoy ya no tenemos que ir a la guerra con trajes de hierro, pero hay cosas muy siniestras, se ve en el arte, que es muy sombrío. Ahí está el barroco, y Goya… Sí, en su época les pasaban cosas terribles, pero tenían a los dioses muy cerca, muy a mano, y le daban sentido al dolor. Hoy la falta de sentido ha debilitado al ser humano y el arte habla de aniquilación.
Usted ¿en qué cree?
Creo que si fuéramos más inteligentes nuestra vida sería mejor. Gran parte de nuestros problemas tienen que ver con gobiernos sin talento, algo que se repite desde hace siglos con pocas excepciones, pero la vida es buena. No pienso la muerte, no me susurra.
Se casó usted con una gran pintora.
Y gran persona. El amor tiene una presencia enorme en la vida. No sentirse amado es una gran desgracia. Woody Allen dice que encontrar a la persona adecuada es cuestión de suerte. Para mí es cuestión de instinto, y tengo mucho, he elegido siempre bien a la primera: amigos, amor...
Siendo una gran pintora, María Moreno ha quedado en la penumbra.
Ha ocurrido con muchos figurativos. Además, Mari no ha sido ambiciosa, y ha sido muy generosa con sus hijos y conmigo pese a que yo siempre le insistí en que se centrara en la pintura.
¿Cómo conseguir que el amor sobreviva?
Requiere paciencia, por eso nosotros pese a los años seguimos juntos. Pero lo natural es no seguir, lo lógico es que a los siete o diez años tengas que cambiar de pareja; si no, tienes que sacrificar muchas cosas y esforzarte. Y dejar mucho espacio a la otra persona, pero igual se va. No temer es importante. Y me parece fundamental tener un trabajo que te llene la vida. Nadie se merece la desgracia de hacer algo que no le gusta, es la mitad de la vida, y la otra mitad es el amor, el resto es suerte. Igual tendría que ser más fácil.
¿Ha encontrado usted el sentido de lavida?
Creo que el sentido está en la adecuación natural a la vida, como la tienen las moscas, los gatos o cualquier mala hierba. Todo es naturaleza.
En sus cuadros hay un misterio.
En el arte de verdad siempre lo hay; el arte tiene que ver con la emoción, como en el arte antiguo, la ves incluso en una cajita egipcia, en un gato momificado. Hasta hace 2.000 años todo era arte, los motivos para hacer las cosas eran tan esenciales que el error no cabía.
¿Cuál es el misterio?
Que la muerte, la vida, la luna, el sol, el firmamento…, todos los grandes motivos del hombre eran el contenido de su trabajo y estaban presentes de manera natural. A partir del renacimiento ese misterio del mundo, ese enigma prodigioso, es sustituido por otros motivos inferiores.
Igual no sabemos mirar.
Hay gente que no quiere mirar y gente que no tiene miedo a mirar.
¿Es feliz?
La palabra felicidad no está en mi vocabulario. Yo creo en la adecuación al hecho de vivir. Pero canturreo a menudo. El disfrute de la vida está en cosas inexplicables, tal vez insignificantes.