Me la encontré en un patio trasero de un bar asturiano. Estaba algo ajada y rodeada de cachivaches viejos, cansada tal vez, dispuesta a comerse lo que pillara. Allí las gaviotas campaban por las calles a sus anchas pero siempre a una cierta distnacia. Pero aquella tan cerca de mi se me quedó fijamente mirando. No os lo creeréis, pero me dijo con voz aflautada:
—Y tú qué coño haces aquí?
Yo creo que ya no he vuelto a comer gaviota desde entonces.