Aquella mañana llovía con todas las ganas del mundo.
Fue la primera en que me adentré por el Central Park de New York en busca de los símbolos.
Me habían llevado hasta la puerta del edificio Dakota y explicado el símbolo de las luces de gas siempre encendidas.
Y tuvimos todos que bajarnos del autobús con bolsas de plástico en la cabeza, pues queríamos ver el suelo del homenaje.
Ver de cerca las lámparas de gas.
Pisar el lugar.
No había casi nadie, y aquello era una suerte mojada.
Era muy pronto y la lluvia se había apoderado de la mañana.
El sentimiento es el que esperas.
Emoción.
Dicen que hay que imaginarse… que allí se lo imaginaron.