Paramos el autobús al llegar a una esquina del barrio de New York que tiene fama de más conflictivo —cosa que ya no es cierta— en una esquina del interior del barrio y a pocos metros esta pintura en una pared vieja de un taller de reparación de coches.
Era el Bronx de New York, y las dos personas que estaban en la puerta se quedaron boquiabiertos. Ellos están cansados de ver autobuses de turistas por la parte alta del barrio, que pasan sin parar o que paran unos segundos en los lugares más emblemáticos.
Sobre todo los domingos y casi siempre de pasada turística rápida.
Pero 24 personas bajándose en tropel para fotografiar una pared no es tan normal, y… ponernos a hablar con ellos menos todavía.
No quitaron una furgoneta que impedía fotografiar parte de la pintura, pero aun así otra parte se quedó mal fotografiada por otro coche en una acera estrecha. Y seguimos buscando arte en un barrio diferente al lugar donde teníamos el hotel.
Buena gente, os lo juro, pues incluso pudimos hablar con ellos aun sabiendo todos que aquello no era lo habitual y que nosotros molestábamos en SU barrio.
hay que reconocer que el éxito fue del guía que llevábamos, un panadero argentino que se sabía todo de New York, pues repartía los meses entre su panadería y la ciudad icono.