Bartolomé Esteban Murillo pintó esta obra en su juventud, con sólo 28 años de edad. No es sin duda su mejor obra, pero indica ya, unas formas de saber tratar a los personajes de una manera muy detallada, fotografiando la composición con cuidado y autenticidad, sin perder esa gracia que tienen todas sus obras en los ropajes y los rostros.
Se titula “San Diego de Alcalá y los pobres” y fue pintada en el año 1646. Trata del milagro de San Diego, que siendo el responsable de dar de comer a los pobres, él sabedor de que la comida de la gran olla se iba acabar antes del número de pobres que acuden en busca de sustento, se pone a rezar para que nunca se termine el alimento del puchero, y logra el milagro de que aquella comida efectivamente nunca se llegue a terminar.
Su cuerpo, a su muerte, no se corrompió y permaneció inalterable y por ese motivo los Grandes Señores y las familias Reales de la época, cuando se sentían muy enfermos, a punto de irse de viaje, mandaban traer el cuerpo sin pudrir de San Diego para que les diera fuerza y tal vez incluso suerte. El pobre San Diego estuvo viajando después de muerto, más que en vida.