4.12.16

Ibon Aranberri y Jorge Oteiza, por los suelos de la habitación

Nadie dijo nunca que visitar una obra de arte en un museo fuera fácil. 

Ni siendo clásica ni contemporánea. Menos estas últimas, pues los autores no las ponen fáciles a los visitantes. Deben impresionarnos, quebrarnos la voz incluso, desesperarnos o producir asco y sonrojo. Se trata de provocar sensaciones, y aquí estamos ahora, intentando explicar esta obra de Ibon Aranberri.

Se trata de unas hojas de papel pintadas con spray sobre impresiones digitales de una fotografía realizada a la escultura de Oteiza que se encuentra en el puente sobre el Bidasoa y que nos marca la frontera teórica entre Francia y España.

Se han diseminado por el suelo decenas de estas impresiones, pintadas después con un spray en rojo, simulando los trazos que la escultura original sufría en su emplazamiento a manos de bárbaros que sin sentido iban marcando la escultura mientras los limpiadores de la administración los borraban a continuación con agua a presión.

Una lucha entre agua y roca, entre pintura roja y piedra clara. 

Entre unos hombres y otros hombres.