Esta semana me ha llamado una amiga para preguntarme por los líos del PSOE revuelto y en situación de no entenderse. Cree que como soy político debería entender de todo lo que pulula sobre la política, como los médicos.
Me reí de su credibilidad y le hablé de Colombia y sus votaciones por la Paz que al final han perdido. Todos perdemos con todo, pues todo nos afecta a todos.
No pude decirle que al final le darían el Premio Nobel de la Paz, para demostrar a los colombianos, que son tontos.
Más vale una Paz regular, que un infierno de batallas inciertas.
Mi amiga ya no es de nadie, no aceptó algunos engaños anteriores de los socialistas y se dió de baja. Su padre sí era socialista de toda la vida.
Ahora mi amiga se preocupa por su tradición familiar, por no quedar manchados los recuerdos de su padre, ante algunas patadas actuales en el culo de las ideologías.
Le digo que se tranquilice, que por desgracia su padre no se va a enterar. Todo es relativo, incluso la vida.
Y entonces se pone a insultar a otro político de otro partido diferente, pues contra alguien se tiene que desahogar la mujer amiga.
Yo llevo varios meses dudando entre política y arte, que debe ser la única posibilidad que tengo de sentirme feliz con lo que hago.
De momento va ganando terreno el Arte y para eso lo voy ascendiendo a mayúsculas.
Busco Arte imposible, Arte Brut, Arte fácil y barato.
Y muestro en mis ventanas variadas todo lo contrario, Arte conocido para comparar y ver que todo es parecido y posible, aunque sus precios y reconocimientos sean tan distantes.
Temo que también la política haya entrada en el arte (con minúsculas) y por eso busco Arte barato, simple, que funcione sólo.
Busco microarte. Pero nadie quiere ser microartista.
Por eso dudo tanto. Pero ante cada duda siempre encuentro alguna luz, alguna senda pequeña y sucia sobre la que avanzar algo.
Aunque las amigas nunca me llaman para preguntarme por esto. Igual es hasta bueno eso.