Tres direcciones diferentes para tres pensamientos que no sabemos en qué acabaron. La señora señala en una dirección mientras el acompañante mira al foso como preguntándose si no sería mejor bajar hasta allí abajo y de forma rápida. No escucha y menos mira a la señora de verde. Él hace como que lee un follete de nada pero…, mira el fondo del hueco, bello y crema.
Ajeno a esa diatriba que no finalizamos hoy, se nos marcha un avión lleno de personas con mas de doscientas historias parecidas. Y se va marchando en su programada dirección, esa contraria a la señora de brazo potente, que tanto ordena mientras se esconde tras las gafas oscuras de mirar mal.
Nadie le hace caso a la mujer con las razones bien puestas. Ni el señor… ni el avión. Está condenada a no tener razón, aunque tenga muchas razones.