Los objetos tienen vida propia por ellos mismos, y más si se logran mezclar para que hablen entre ellos. Crean naturalezas propias, que resultan sin duda extrañas a la primera mirada, pero que cumplen con el sueño de obtener una vida nueva, una visión propia de la unión de objetos inconexos.
La belleza está también en la mirada que es capaz de mezclar los elementos hasta formar uno propio y distinto.