Nos dicen que cada día se mueren de hambre unas 25.000 personas. Son ganas de jodernos, de hacernos sentir mal, de que soñemos con esto. Unas 9.000.000 de personas que se nos mueren de hambre a nosotros cada año. Eso sí que es surrealismo. Morirse de hambre debe ser jodido. ¿Nos vamos del mundo para no ver todo esto o hacemos algo por evitarlo?
Dicen —para sentirnos todavía peor— que unos 1.000.000.000 de personas tienen hambre todos los días (lo pongo en número para que parezca más). No todos se mueren en el mismo día, lo van haciendo poco a poco. Para que no nos de tanta vergüenza a todos nosotros. Lo estamos pasando mal por lo mal que lo pasan ellos.
Algunos tienen suerte y disponen de un trabajo asqueroso en estos países de hambre. Fabrican pantalones a peseta, juguetes tecnológicos que contaminan o plantan piñas para poder nosotros rellenarlas de langostinos también pescados por ellos, o café para disfrutar de las buenas comidas de nuestros salones tecnológicos. Somos buena gente —nosotros claro— pues ahora comemos más langostinos para que ellos tengan algo más de trabajo.
Yo en mis sueños surrealistas (super realistas) me imagino con un ordenador nuevo, potente, chulo entre mis manos como un regalo que me merezco. Fabricado por estos tipos que pasan hambre. ¿Sabes con qué sueñan ellos? ¿Sabes qué desearían ellos como el mayor de los regalos posibles? Una vaca. Una vaca es el futuro para sus hijos, es leche sobre todo. Y no necesita enchufe.