Que la inconsciencia es una droga no hay duda, de hecho los inconscientes la adoran y no desean abandonarla nunca. Quien se convierte en inconsciente se siente feliz y sabe que todo el resto son unos imbéciles letrados que se creen saberlas todas y en realidad no se enteran de casi nada pues hay mucho para saber y poca capacidad para retener.
Pero los inconscientes tienen un gran fallo. Tienes que esforzarse constantemente en seguir siéndolo, pues en estos tiempos toda la vida que nos rodea nos exige estar enterados, nos atacan con información, nos rodean, para no poder ser inconscientes. Es muy cansado intentar ser tontos inconscientes durante lo que nos queda de vida. Precisamente aquí está la gran belleza de la decisión, pues sin esfuerzo nada merece la pena.