Antonio Saura y Francisco de Goya tienen mucho guiños entre sí. Efectivamente nunca pudo Goya hacérselos a Saura, lo que no evita que curiosamente se hayan encontrado formas que se abren en caminos artísticos que traspasan a ambos aragoneses imprescindibles.
Fueron amigos sin conocerse, lo cual debe ser otro sueño más entre ambos.
Esta obra de Antonio Saura, del año 1984, se titula “Retrato imaginario de Goya”, donde se busca mostrarnos un Goya observador, preparado para mirar todo y retratar aquello que él sabe trasciende los tiempos, al reflejar sueños o violencias, costumbres o modos, personas o miradas de estas que son el espejo de su personalidad.