Aquella abeja me lo puso fácil, estaba absorta con su alimentación, recogiendo todo lo que podía y me pude acercar lentamente hasta tenerla a disparo.
Creo que nunca me miró, que incluso ni se percató de mi presencia. Y yo casi tampoco, más pendiente del enfoque que de sus movimientos.
Era una de mis primeras abejas.
Era Canfranc en Huesca.