Las flores también se encogen, como las personas. Se arrugan, se aprietan sobre ellas mismas, se cierran en busca de ayuda propia, sacan a relucir sus armas picantes y puntiagudas para defenderse de los enemigos cuando se imaginan que quieren ser atacadas.
Si es que al final, no sé, pero llegaremos a entender que incluso las flores son inteligentes.