Todos nacemos de nuevos, de limpios y jóvenes, útiles y recién pintados. Somos esbeltos, sin arrugas, suaves, llenos de posibilidades, de trabajos esperándonos. Pero el tiempo nos va oxidando hasta dejarnos hechos unos zorros. Luego se nos abandona, se nos deja en el campo y al aire libre, incluso después de haber intentado darnos una buena mano de pintura nueva…, y nos vamos descomponiendo. Es ley de vida de todo tipo de engranajes.