Parecía el monstruo de las galletas comiéndose a un niño, más bien a una niña por su pelo. Ella parecía defenderse con sus manos sujetando la que podría ser una espesa y gruesa lengua del bicho que además estaría pegajosa y asquerosamente húmeda. Pero no me quedó claro aquello. Parecía una serpiente marina, pero su ojo era más grande que su boca y esta más pequeña también que su propia lengua áspera y rugosa. No sé. Todo se producía en la orilla del Atlántico, sobre la superficie del agua turbulenta. Algo no me encajaba bien, pero me fuí rápido no se me fuera a comer a mi. Las lenguas pegajosas me dan mucho miedo.