El artista sevillano Curro González nos deja esta obra del año 1987 y sin título, dentro de algunas de sus colecciones suyas en las que nos habla de los enjambres humanos, con su particular humor y mirada, simulando un edificio con ventanas abiertas donde podemos contemplar vidas ajenas, colores que no nos pertenecen, espacio extraños donde se supone que viven personas también ajenas a nosotros, pero que para ellas esos pequeños núcleos de color sí les representan su vida, su hogar familiar. Son espacios vacíos, donde el color y las particulares formas de cada habitación fingida, es lo único que sirve para darles vida. Creemos que dentro de cada vivienda hay personas con la luz encendida, pero no las vemos.