Esta gran obra de Francisco de Goya, el “Cristo crucificado” fue pintado en los primeros meses del año 1780 como ejercicio práctico para ser admitido como académico de mérito en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el año 1785 ya consta que estuvo primero en la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, luego y tras la desamortización en el Museo de la Trinidad y desde el año 1872 en el Museo del Prado.
Es un Cristo de tamaño natural y con una depurada técnica dando ejemplo de su dominio de la anatomía humana, del sentimiento del dolor, con una boca entreabierta que además de intentar respirar intenta comunicarse ayudado con la mirada, hacia un cielo que parece esperar su llegada.
Cristo se empequeñece y casi se debilita ante una cruz inmensa, es un gesto muy humano, mostrando Goya a un Cristo con poca sangre, y cuyo dolor sale desde dentro, no a través de sus heridas.