Aquellas flores eran atacadas sin piedad por las hormigas de la calle. Gracias a ellas eran fecundadas en la polinización. Ellas no lo sabían, simplemente se movían en busca de azúcar, pero lograban ese trabajo sumamente delicado de fecundar una flor para que luego puedan volver a nacer otras tras el ciclo cerrado de flor y fruto. Trabajo en equipo y sin programación.