Como se puede ver por las cajas de cartón, el negocio de vender velas en esa esquina da para funcionar bien, y me resultaba simpática la imagen con el hombre escuchando la radio transistor pegada a su oreja, ante un antiguo edificio y con el color de la mesa y las velas decorando de un brochazo todo.
Las distancia era suficiente como para pensar yo que no me vería, disimulado entre gente que se movía por la plaza. Pero este hombre está muy acostumbrado a que le hagan fotos por todo el morro y en un segundo de más se me levantó tapándose la cara. Foto fallida pues el conejo se me fue de la madriguera.
Hay que estar más rápido, querido.