En la vieja madera convivían un sencillo clavo y un clavo de alta alcurnia. Ambos de edad decreciente, ambos oxidados y casi negros, pero manteniendo sus gallardas figuras, pues no querían confundirse. El uno bien pegado a la madera, demostrando su papel de embellecedor, de oronda figura hermosa, de venir de buena fundición. El otro sobresaliendo como podía de entre la madera y sin trabajo fijo que demostrar.
Ambos había soportado los golpes y las caricias, el fuego y los fríos. Pero los dos lograban mantenerse en su puesto, cumpliendo la única misión que tenían encomendada ahora. Vivir más que la madera.