Los que hemos tenido la suerte de ver alguna vez a dibujantes tocados por la varita de la genialidad trabajando con sus manos, sabemos que con cuatro líneas rápidas y casi sin sentido orquestado, van formando un todo de gran belleza.
Ellos ven antes de trazar rayas qué va a salir de sus manos. La sorpresa es que con una rapidez y una naturalidad sorprendente, son capaces de crear en plano una escena en relieve.
La frescura del dibujo es muy diferente al de la pintura. Tiene sus ritmos, sus formas, sus encantos, como no es igual el idioma cinematográfico que el teatral o la poesía. En todas se pueden contar historias, formas vitales, pero empleando muy diversas herramientas para llegar al que observa.
Este Don Quijote y Sancho Panza de Dalí es un ejemplo de dominio del espacio y del blanco del papel.
La frescura del dibujo es muy diferente al de la pintura. Tiene sus ritmos, sus formas, sus encantos, como no es igual el idioma cinematográfico que el teatral o la poesía. En todas se pueden contar historias, formas vitales, pero empleando muy diversas herramientas para llegar al que observa.
Este Don Quijote y Sancho Panza de Dalí es un ejemplo de dominio del espacio y del blanco del papel.