Jugar a enseñar es jugar contigo mismo. Es intentar crear para no aburrir a quien te entrega unos instantes, es inventarte lo que quieres mostrar, pues la normalidad aburre a quien debes engañar para robarle unos segundos de atención.
Muchas veces lo que se muestra es algo sin sentido para quien lo contempla. Otras veces incluso para el autor. Pero siempre tienes algo escondido o una idea fracasada. Siempre es un golpe de luz, un grito silencioso, una oscuridad que engaña. Todo sirve para intentar atrapar al pez que nos nada contracorriente.