El artista valenciano Joaquín Sorolla fue un pintor de luz, de marinas, de mar y
aguas. También de retratos, es cierto. Pero sobre todo de actividad.
Sus
personajes siempre están haciendo algo, aunque solo sea mirarnos.
Y sobre todo
es un pintor de brochazos, de marcar las formas con irreflexivos pero muy
contundentes golpes de pincel.
Siempre acertaba —creemos, al ver el resultado— en su basto brochazo, para crear la forma que quería.