A escasos metros de la entrada a la Catedral de Tarazona, inmensa e imponente en su interior, nos podemos encontrar en la calle con bellezas pequeñas, sin valor, sencillas muestras del arte natural. Leves detalles de maderas muertas que intentan brillar por ellas solas. A veces incluso lo consiguen. Son ejemplos de que la naturaleza juega a favor del Arte, no para competir con el humano sino para complementar.