El fotógrafo aragonés Rafael Navarro lleva décadas creando
maravillas en blanco y negro, reconocidas por su delicadeza, su belleza y su
particular manera de ver la vida que se esconde a la mayoría de los ojos de los
espectadores.
Él selecciona, elije, encuadra, envuelve y nos muestra
disposiciones que nunca antes habíamos visto, incluso aunque las hubiéramos observado
miles de veces.
Trabajó con el cuerpo femenino hasta enseñarnos montañas
imposibles o llanuras con ligeras lonas. La luz, su luz, hacían el resto. Y su tamaño preferido. Defensor del 40 x 30 casi no entendía que se pudiera emplear otro tamaño para las fotografías de verdad.
Ahora se le reconoce en Aragón, su tierra, con el Premio
Aragón Goya 2013.
Mucha gente de su generación también fueron excelentes
fotógrafos analógicos y tampoco fueron reconocidos cuando eran únicos y
difíciles de seguir. Ahora todos somos fotógrafos.