Eran las 11 de la mañana.
El día era gris plomizo aun habiendo sol de finales de verano.
Debía ser el pensamiento lo que pesaba sobre la sensación.
Cuando lo vi esperando no me lo pensé mucho, disparé a llevármelo conmigo.
Aproveché el momento en que no me miraba, pues si se cruza ante mi cámara, me sabe malo robarle la mirada.