La muerte siempre es solitaria, siempre hay que enfrentarse a ella desde la soledad personal.
Da igual quien te acompañe, la potencia y la decisión solo depende de quien fallece, del que se va apagando la luz.
Este Cristo es de la Catedral nueva de Vitoria, escondido entre el altar mayor, con una luz que alumbra su sangrante rostro, para darle más dramatismo.
Por dentro todos derrocharemos sangre al morir, sobre todo por los que quedarán.