Primero la condenaron a un callejón sin salida. Luego le pusieron carteles y pegatinas para terminar con pintadas de blanco y rojo en dos ocasiones.
Al final, cansada de no servir para casi nada, ella misma se bajó de su trabajo, se despidió por todo lo bajo, de noche y sin que nadie se diera cuenta, y se fue a descansar sobre la pared que encerraba un jardín.
Simplemente es que no pudo entrar para esconderse en su inutilidad. Nadie parecía respetarla
Esta es la triste historia de esta placa de tráfico, algo cándida que ya está en la basura, escondida entre más utensilios que le dan calor y la tapan.