A la hora de crear una obra de arte muchos nos preocupamos
por trasmitir algo con ella, deseamos que se entienda fácilmente lo que
intentamos decir. Y a veces mezclamos texto y pintura, trazos y letras, sin
estar seguros de si la simplificación del mensaje es positiva o negativa.
Todo tiene matices y depende del creador, sin duda, pero a
veces un texto ayuda mientras que otras veces molesta.
La poesía visual va creciendo y se entremezcla con el dibujo
o la pintura. Incluso a veces no es fácil asegurar si aquello es una poesía junto
a formas y colores o es un cuadro con textos añadidos.
Creo que todo sirve para trasmitir si al final el autor se
queda convencido de que lo ha logrado. Luego el espectador opinará una cosa o
la contraria, pero la libertad del artista o del autor ya no se manipula.
El
creador debe ser libre a la hora de decidir y no estar pendiente de lo que juzgarán
los que contemplen la obra.
Es cierto que se crea para los demás, pero siempre hay que
crear —como primer objetivo— para uno mismo.
Uno debe ser “uno mismo” y ser
valorado o repudiado desde los demás por lo que le sale desde dentro. Lo otro es falsificación
y aparentar, posiblemente para acceder a mercados.