Cuando todo se emponzoña, cuando es más complicado creer en las personas que gestionan, en las que confiamos para salir y avanzar, nos queda la naturaleza, sus bellezas y sus tranquilidades. Cuando una flor se muere ya tiene preparada a su vera el recambio, hasta que el tiempo cambia y ya no es posible nacer sino solo morir. No les importa retirarse a la nada, pues su misión ya la han cumplido. Pero mientras tanto nos muestran toda su belleza. Nunca una flor se obliga a seguir siendo flor una vez que se ha marchitado y ella lo nota. En muy pocas fechas simplemente se muere mientras las nuevas ya entregan color. No aprendemos.