Entre los numerosos monumentos a las guerras destacan en muchos de ellos la elegancia con la que disimulamos el horror. En esta playa de Tarragona hay todavía los restos de algunos bunker de defensa con los que en la guerra civil se intentaba evitar un posible desembarco, desde Italia me imagino. Pero si no nos acercamos a ver las rocas escondidas del fondo, las ruinas que no se enseñan a simple vista, que no se ven en la imagen, no nos percataremos que es un lugar defensivo pero en recuerdo de la violencia. Odiamos las guerras, pero no sabemos acabar con ellas. Si acaso las disfrazamos para que no nos molesten.