La belleza de las acuarelas está en su dulzura, en sus
difuminados que crean formas, en su color puro, en su rapidez, en la sensación
de que todo se te está escapando un poco, como perdiéndose al mirarla pues se
está destruyendo mientras continúa difuminándose todo su contenido.
Una acuarela aguada es un ente vivo, que parece moverse
incluso como flotando entre esas aguas que la han difuminado. Los paisajes sin
detalle serían los ejemplos más claros de esta posibilidad artística distinta
pero ideal para crear ambientes. Por ti, Chema.