Era una vendedora de bragas y calzoncillos, de ropa interior vista desde las ramas. Resultaba desde la distancia una imagen plana, casi como un pequeño cuadro enmarcado en el rojo del tapiz. Un cuadro cubista en donde el blanco y el negro peleaban con los tonos carne y algunos atrevidos rojos.
La pequeña tienda tenía dos vendedores, uno con teléfono y otra con ganas de vender y mucha labia. Esa la simplicidad comercial vista desde los aires.
La pequeña tienda tenía dos vendedores, uno con teléfono y otra con ganas de vender y mucha labia. Esa la simplicidad comercial vista desde los aires.