Es una obra grande, pintada sobre madera, de casi tres metros
de ancha, en donde nos muestra el momento en que ya cadáver, se desciende a
Cristo de la Cruz, en presencia la Virgen, de San Juan y de una de las santas
mujeres que les acompañan.
José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante desconocido
son los que bajan a Cristo yacente hasta el suelo.
Al entrar en la sala en donde está la obra surge le primera
duda, nada más verlo de lejos.
¿Es una escultura enmarcada o un cuadro pintado casi en 3D?
El juego de sombras, la maestría en lograr un efecto de luz como si se tratara
de una imagen real, sorprende.
Este cuadro en relieve, pintado plano pero logrando un
efecto visual sorprendente, juega con el espacio limitado aunque grande para
mostrarnos imágenes de tamaño casi real, en donde vuelven a sorprender los
rostros, las gestos, las miradas, las posiciones de todos ellos formando
figuras geométricas que nos obligan a mirar de una manera determinada el
conjunto.
Simplemente hay que admirarlo y dejarse llevar por la
realidad de la obra y de un trabajo excepcional de Roger van der Weyden. Las lágrimas de las mujeres son de una expresión tremenda y una técnica maravillosa.