Venía desde Madrid cuando me he encontrado con la nieve a mis veras. En la ventanillas del tren, todo se me ha vuelto blanco sucio pues las nubes también amenazaban más. No hacía frío pero a cambio tampoco se podía bajar la ventanilla. Es la modernidad que lo evita. Quería sentir el frío helador en la cara pero era imposible, el calor me molestaba mientras veía aquellos paisajes, tanto que pensé que estaba viendo la televisión a través de mi ventana.
Estaba viajando a 300 kilómetros por hora, pero no pude respirar el aire de la nieve. Estaba perfectamente prohibido.