Siempre la vida surge en el agua, lavadas y húmedas, limpias y en posición de presente. Crecían, se tambaleaban si venía el aire, disimulaban su interior arropándose entre ellas.
Algunas se atrevían a salirse de la formación, a crecer invadiendo más aguas, pero su debilidad era manifiesta y les costaba mucho crecer.
Al final muchas de ellas perecían secas por el árido viento del desierto que contemplaba como la gran charca crecía a su vera sin poder tomar sus aguas para regarlo.
Son las paradojas de la naturaleza en Aragón.